Morir siendo viejos será una cosa de ricos o de mantenidos. ¿O acaso crees que podrás mantener tus gastos hasta los 100 años? Si piensas que el Estado se hará cargo o que habrá pensiones para entonces, bien vives en un mundo paralelo, bien vives en el mundo de las ilusiones.
Me da igual que tengas 20, que 30, que 50 años. La hucha de las pensiones se acabará en menos de una década y después, que cada cual haga sus cuentas para pagar residencias, personas que nos atiendan o sanidad privada, ya que para cuando nos llegue el turno de ser atendidos por la vía pública posiblemente estemos criando malvas.
Hace ya casi siete meses que llegué a Jerusalén Este, Palestina. Como cada mañana desde que salimos de la cuarentena, vengo dando un paseo matinal para pensar en mis cosas a modo de rutina para empezar el día.
Esta mañana, por primera vez, se detiene un camión a mi altura y tenemos la siguiente conversación:
-Kayf haalak? -dice el camionero a modo de saludo y que significa cómo estás.
Han pasado ya varias horas desde que terminó el periodo de cuarentena. Había estado en Bethlehem hacía 2 viernes y este lunes, antes de la hora de comer, llegó un correo de la coordinadora con información del ministerio de sanidad en relación al pandémico coronavirus.
Toda persona que haya estado en alguna de estas 3 ciudades, deberá ponerse en cuarentena.
Sabía que me implicaba directamente a mí, así que se lo comenté a la compañera: « Oye, Pepa (nombre no real), según este correo, debería ponerme en cuarentena » -le dije mientras ella hablaba con mi responsable por teléfono.
Mi abuelo llevaba ingresado más de una semana en aquel sucio hospital. No es que estuviera sucio por dentro, pero me asusta todo lo que tenga que ver con hospitales. La razón no era otra que la de ley de vida.
Era ya mayor, nunca se había privado de comer bien o de manera más o menos sana y, teniendo en cuenta que ya tenía 87 años, tampoco es que le hubiese hecho falta.
Sin embargo, aquella vida de excesos pasó factura en forma de un derrame cerebral del lado izquierdo. Tenía el lado derecho del cuerpo completamente paralizado, incluyendo las cuerdas vocales.
La verdad es que los primeros días que fui a visitarlo, me impactó esa imagen de ser vivo en un cuerpo semimuerto, con el color de piel de siempre, pero ahora con ese moreno de tierra de campo deslucido y apagado… casi marchitado. Las manos que antes habían sido fuertes, vitales y llenas de callos, ahora eran las terminaciones de los antebrazos, extensiones de unos rígidos brazos.
Mis visitan habían transcurrido
básicamente conmigo mirando desde la ventana hacia la calle. Esa vista de
mierda perfecta a la avenida Ramón y
Cajal, número 4. La calle con sus casas y sus coches y su gente a ambos
lados del asfalto.
Sin embargo, al quinto día que estuve
allí se me ocurrió una idea. Me volví hacia mi abuelo y su alma me devolvió la
mirada a través de esos ojos apagados.
– ¿Te ha dicho alguien en el tiempo que
llevas aquí, qué se ve desde la ventana?
No, dijeron esos ojos sin mencionar
ninguna palabra.
– Desde la ventana puedo ver… allá a lo
lejos del todo… un campo de trigo cosechado y un señor mayor junto a un niño
pequeño. Podrían ser abuelo y nieto, sí, y el abuelo le está enseñando cómo se
queman los rastrojos.
– Desde la ventana también puedo ver que
hay un camino al lado del campo, que lleva a un puente encima de un arroyuelo.
Sobre el puente veo a otro señor mayor enseñándole cómo se pesca a un niño pequeño…
Desde aquí no se aprecia bien, pero estoy seguro de que están utilizando lombrices
y de que antes de que la tarde acabe, habrán pescado un pez cada uno —continué diciendo sin
girarme hacia mi abuelo.
– Siguiendo río abajo, puedo ver perfectamente
a otro abuelo enseñar a su nieto a lanzar piedras al río para hacer ranas. El hombre
consigue hacer que la piedra cruce el río fácilmente con seis saltos. Sin
embargo, el niño tiene suerte si consigue hacer que una piedra rebote contra
otra piedra antes de que ésta haga una rana.
– Por último, también veo cómo en uno de
los árboles de la ribera del río, un señor empuja el columpio en el que podría
estar sentado su nieto… sí, me atrevería a decir que son abuelo y nieto. Es un
columpio casero, hecho con dos sogas y un tablero…
– ¿Y todo eso se ve desde la ventana? —dijo mi madre desde la puerta de la habitación.
No sé cuánto tiempo llevaría allí, pero el
suficiente para sorprenderme y darme cuenta de que había perdido la noción del
espacio y el tiempo mientras miraba a la calle desde la ventana.
Sin decir nada más, se acercó lentamente,
se situó a mi vera y me rodeó con su cálido abrazo y tras unos segundos mirando
por la ventana, dijo volviéndose hacia mí:
– Yo también lo veo. Además, desde aquí puedo ver a un hombre diciéndole a su hija que ella puede alcanzar las metas que se proponga y que podrá llegar a ser todo lo que quiera en esta vida, incluso la primera mujer española en viajar al espacio.
Nos volvimos hacia nuestro padre y
abuelo, y allí estaba él llorando emocionado.
Un día da para muchas cosas, especialmente si no tienes que trabajar.
Los findes de semana tienen 2 días y sin embargo, a menudo se nos quedan escuetos.
Me faltan días para descansar, para recuperarme de la fiesta, para tirarme en la cama y estar todo el día sin hacer nada…
Estuve hace un par de findes de semana a Ámsterdam y me faltó un día para visitar los pueblos de alrededor, para hacer un tour por el barrio rojo, para alquilar una bicicleta…
Lo bueno es que así ahora me sobran escusas para volver.
Preguntaba ayer a Patrón que para qué le faltaba un día y su respuesta no pudo ser más sincera:
– ¡Me falta un día para volver a casa!
Me alegro por él, aunque a algunos todavía nos falte una semana…
También hice la misma pregunta a la escritora anónima. Esta me dio dos respuestas:
– Me falta un día para comer cocido y un día para vivir.
No entendí la segunda respuesta, pero tampoco quise entrar en detalles.
Para finalizar esta entrada, diré que me falta un día para verte y para comerte, besarte y acariciarte.
Un día para desnudarte con y sin la mirada y poder sentirte sin imaginarte.
Los días dan para muchas cosas, y a ti, ¿para qué te falta un día?
Sueña con su calavera
y viene un perro y se la lleva,
y aleja las pesadillas
dejando en un agujero
unas flores amarillas
pa' acordarse de su pelo...
Sueña con su melena
y viene el viento y se la lleva,
y desde entonces su cabeza
sólo quiere alzar el vuelo,
y bebe rubia la cerveza
pa' acordarse de su pelo.
Decía la canción: «la vida pirata es la vida mejor, sin trabajar, sin estudiar, cooooon la botella de ron…».
Definitivamente, eran otros tiempos.
Aunque siga habiendo gente que ni trabaje, ni estudie, ya no se pegan todo el día bebiendo ron.
Es muy caro si lo comparas con la cerveza. Además, deja unas resacas que te cagas.
Entrando ya en lo personal, tampoco creo que sea la mejor vida. Sin trabajar, sin estudiar…
Está claro que cada uno disfruta la vida como quiere. Yo, ¡le sonrío a la vida!
Con P de Pirata
Hoy en día, existen muchas clases y definiciones de de piratas.
Además, las definiciones que encontramos en la RAE están algo desactualizadas:
Persona que, junto a otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar.
Persona cruel y despiadada.
Para mí, ser pirata es un estilo de vida y no por ello tiene que ser ni bueno, ni malo.
Hay piratas que visten corbata y que roban a la gente que acude a los bancos.
Puedes encontrar piratas dentro del mundo de la política, que lo único que les interesa es generar riqueza a cuenta del resto de españoles, ya sea robando directamente o haciendo contratos con compañías que les enriquecen.
Esta clase de gente aplica sus conocimientos y experiencias con el fin de hacer el bien.
Punto en común
Ya lo decía el capitán Jack Sparrow, no todos los tesoros son de oro y plata.
Aunque a menudo, el dinero y la riqueza económica es lo que más importa, algunas personas van detrás de metas y objetivos que van más allá de hacerse rico económicamente hablando.
Eso sí, todo buen pirata tiene un tesoro que anhela o que ama.
Dichosos los que sólo persiguen riqueza económica, pues no tendrán otra cosa que ella.
En mi caso, debo ser multimillonario porque el que tiene un amigo, tiene una fortuna.
Así pues, ¡celebremos que la vida está llena de piratas y no dejemos que ningún pirata nos robe nuestra vida!