Empacho de locura

La locura del amor

Qué locura se nos pasará por la cabeza para hacer las cosas que hacemos y que no debemos…


-¿Qué te ocurre?

-Nada -le dije, aunque en mi cabeza sabía que aquello no nos iba a llegar a ningún lado.

-Entonces, ¿por qué no me dices lo que te pasa por la cabeza?

Continuar leyendo «Empacho de locura»

La chica de ojos claros

La chica de ojos claros

Enamórate de la chica de ojos claros, aquella en la que no veas maldad en su mirada.

Déjate enamorar por aquella chica que cuando te mire, te veas reflejado desnudo y vulnerable,

pero a su vez, te sientas protegido y seguro de ti mismo, con ella.

Aquella chica que no da, ni tiene por qué dar explicaciones.

Una chica que lucha por lo que quiere de manera libre y plena.

No pares de buscar hasta que encuentres aquella chica, que al mirarla, te veas reflejado.

 

Los ojos son el espejo del alma.

 

La chica de ojos claros
Ella se siente bién, yo me siento en el suelo tranquilito a mirarla.


	

Enamórate

Enamórate de una chica que lleve sombrero,

enamórate de una chica que le encante viajar,

en definitiva, enamórate de una chica que no necesite alas para VOLAR.

 

“No inventes, no engañes, no robes ni bebas;

pero si inventas, invéntate un mundo mejor;

si engañas, engáñale a la muerte;

si robas, róbate un corazón y si bebes,

bébete los mejores momentos de tu vida.”

Sombrero
La chica del sombrero. Je n’ai jamais oublié.

Pagafantas

pagafantas
«Ella, mi único vicio comparado a la botella»

Quiero dejar bien claro que yo no soy de esa clase de tíos,

y aunque suene a tópico, esa vez era diferente.

Hacía tiempo que no entraba al Burgo,

ese aroma, esa luz, esa decoración…

y allí en medio, de espaldas, estaba Ella.

Figura alta y esbelta y pelo rubio cual cerveza.

Tenía algo entre manos y dado que se encontraba esperando

al otro lado de la barra, podía imaginarme lo que era.

No pude evitarlo, tenía que hacerlo, sino sabía que me arrepentiría

para siempre y que tal vez nunca jamás volveríamos a vernos.

Me acerqué despacio, la miré, y cuando estuve a su lado,

ella me devolvió una tímida mirada.

A continuación, puse mi mejor sonrisa y le dije con la voz

firme y la pulsación acelerada:

– ¿Puedo invitarte a esa novela?